sábado

MADRE TIERRA


Una noche, paseando, descendí por el talud De un valle profundo, húmedo y silencioso, Cuyo aire estancado exhalaba un tufo de podredumbre Y una frialdad que me hacían sentir enfermo y débil. Los árboles numerosos a cada lado Se cernían como una banda espectral de trasgos, Y las ramas contra el cielo menguante Tomaban formas que me daban miedo, sin saber por qué. Seguí avanzando, y parecía buscar Alguna cosa perdida como la alegría o la esperanza, Pero pese a todos mis esfuerzos no pude encontrar Más que los fantasmas de la desesperación. Los taludes se estrechaban cada vez más, Hasta que pronto, privado de la luna y las estrellas, Me vi comprimido en una grieta rocosa Tan vieja y profunda que la piedra Respiraba cosas primitivas y desconocidas. Mis manos, explorando, intentaban rastrear Los rasgos del rostro de aquel valle, Hasta que en el musgo parecieron encontrar Un perfil espantoso para mi mente. Ninguna forma que forzando los ojos Hubiera podido ver, habría reconocido; Pues lo que tocaba hablaba de un tiempo Demasiado remoto para el paso fugaz del hombre. Los líquenes colgantes, húmedos y canosos, Me impedían leer la antigua historia; Pero un agua oculta, goteando tenuemente, Me susurraba cosas que no habría debido saber. “Mortal, efímero y osado, En gracia guarda para ti lo que cuento, Pero piensa a veces en lo que ha sido, Y en las escenas que han visto estas rocas desmoronadas; En conciencias ya viejas antes de que tu débil progenie Apareciese en una magnitud menor, Y en seres vivientes que todavía alientan Aunque no parezcan vivos a los humanos. Yo soy la voz de la madre tierra, De la que nacen todos los horrores.”

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